Lo dejo. Ya no aguanto un minuto más. Llevamos años así y pensaba de verdad que podía con ello, me había hecho a la idea de que esto no iba conmigo. Y de repente una palabra y ya no soy capaz de volver a la calma, de respirar lento y que sirva para algo. Bueno, una palabra no.
Mamá
No
Seas
Imbécil
Ella se ha sentido fuerte, orgullosa de su atrevimiento, creo, y ni siquiera ha esperado a mi reacción para darse la vuelta. Unos segundos después había vuelto a su puzle y a la media sonrisa. Pero yo me he quedado pasmada ahí delante como una imbécil, efectivamente, intentando entender por qué durante unos segundos mi hija ha dejado de ser mi hija y de tener seis años. No han sido las palabras lo que me ha asustado, sino el tono con que las ha ido soltando una a una. El desprecio, la seguridad. La chulería.
Exactamente como hace él. Ya no le puedo soportar. Esto tiene muchas cosas buenas, pero a él no le soporto. Antes tenía mis trucos para cuando le daba por chillar o por ponerse cortante. Yo silbaba, contaba de tres en tres o me ponía a hablar más alto que él. Pero cada vez me da para menos la paciencia y últimamente, sobre todo cuando grita Que Sea La Última Vez, se me calienta la sangre, me desaparecen los trucos.
También es verdad que a veces me da ternura. Cuando duerme al niño y pone voces al contar cuentos, cuando ruge y pía y le hace cosquillas o le lanza como a un pequeño cohete sobre los cojines de la cama. Le hace reír al pobre que siempre tiene que aguantar la gresca. A veces dice te quiero muy cerca de mi oído, en la cama, y suena a que ha bajado la guardia, a que se desmorona un poco. Y a mí me da vergüenza. Y aunque en parte me alegro de que no sea un monstruo, preferiría no haber oído nada. No tener dudas, porque las dudas lo complican todo siempre.
Imagino que a él le pasará lo mismo. Que le crisparán mis canciones, mi humor de hoy sí y mañana no, que le molestará que me dé por hablar a las tantas de la mañana o que no sepa escuchar la música bajita. Nuestros ruidos. Los sonidos del cuerpo. Pero me digo Que Le Den. Total, No Va A Atreverse A Decirme Nada.
Como tampoco me atrevo yo. Yo solo quiero que él no sea mi problema. Que mi hija no vuelva a hablar como él nunca.
Por otro lado, intento trazar un plan y me doy cuenta de que esto puede volver a pasar. Que no hay manera de evitarlo por más preguntas que haga o más que intente averiguar. Que en el portal todos sonreímos y sujetamos puertas y hacemos como que no tenemos prisa Tranquila Señora Pase Pase, No Corra, Por Dios, Hoy Hace Bueno Qué Bien. Pero son gestos y palabras siempre mecánicos en realidad, un teatrillo aceptado pero demasiado repetitivo como para distinguir a un vecino gilipollas.
Deja una respuesta