Para ti será una tontería. Antes también lo era para mí. Una vez cada cinco o seis días por lo menos lo hacía, de manera mecánica, con prisa; con parsimonia y pereza a veces si me pillaba a la vuelta del trabajo, al final del día ya cansada, apoyándome contra la máquina, pulsando cada botón de la pantalla a cámara lenta y resoplando de sueño. Pero es que hoy, por tonto que parezca, lo he hecho con ilusión, me he puesto hasta nerviosa. Como una niña a la que por fin dejan acercarse a pedir a la barra y por unos segundos, aunque sepa que sus padres la observan desde la mesa, a su espalda, disfruta haciendo como si estuviera sola y segura de sí misma. Y se inventa una historia, un teatrillo que dura lo mismo que un qué te pongo, un café con leche, una coca cola light y un trina de naranja, un aquí tienes y un muchas gracias.
Ya lo sé, vaya chorradas que te cuento, pero hoy, al acercarme a la máquina del metro, he dejado atrás por un rato todos los churretes y los biberones y los potitos, y moneda a moneda me he ido transformando en otra. Cinco estaciones después, al llegar a la plaza abarrotada, a la plaza de siempre con su Tío Pepe y su reloj en medio, he vuelto a tener quince años y tiempo para mirar una tienda y otra después, y contar mentalmente si me daba el dinero para este bolso o sería mejor gastármelo en un libro. Qué mono esto, ¿no? Ay, lo quiero todo. Pero me he conformado con eso. Con mirar. Porque la otra que también he sido esta mañana, no necesitaba más de lo que ya tenía. Y se ha dado la vuelta, ha salido del Bershka y se ha dedicado un rato a mirar. Ahora hacia arriba. Donde no hay carritos ni bolsas de la compra ni cacas de perro ni nada. A los tejados y a las nubes, a la ciudad que menos se mira y que también es suya. Y mía.
Pensarás que vaya estupidez la de vueltas que le doy a algo tan simple. Y tienes razón. Si yo sé que esto se me va a pasar dentro de nada. Que en cualquier momento un Metrobús de diez viajes volverá a ser solo eso, un papelito blanco y rosa que no hay que arrugar mucho, que se desimanta con el móvil, que dónde coño lo he dejado yo, todos los días igual… Pero es que hoy, no te lo creerás, pero te juro, te lo juro que ha pasado que con ese papel de nada, por doce euros con algo y en dos horas, yo he sido tres mujeres diferentes. Y las he entendido a todas. Y las he querido a todas.
Y eso. Eso. Lo tengo que hacer más.
La sencillez de los pequeños placeres perfectamente reflejada. Una delicia.
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Millones de gracias, mimundoyalrededores por tus palabras. Tienen muchísimo valor para mí.
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